Cuenta la leyenda que un pescador japonés naufragó frente a las punzantes rocas del Cabo San Lucas, el confín meridional de Baja California. Cuando su vida parecía desvanecerse entre el oleaje y las mareas, una princesa native le rescató en una heroicidad que, por supuesto, supuso un enamoramiento espontáneo y mutuo que se fraguó y se consumó entre las piedras de esta preciosa playa. Aquel romance no acabó bien, ya que la negativa de la familia de ella a que entregara su vida a un marinero japonés hizo que la joven acabara con su vida de forma trágica. Eso no ha impedido que este lugar se conozca como la playa del amor (o de los amantes) en honor a estos dos tortolitos.
Pero más allá de la retórica standard, lo realmente insólito de este paisaje está en su geografía. Y es que su ubicación excepcional hace que sea una playa insólita ya que sus dos orillas reciben las aguas de dos mares diferentes de la talla del Mar de Cortés y del Océano Pacífico. Una singularidad que se justifica por la estrechez de este confín y por la erosión que el oleaje ha provocado en las paredes rocosas.
” Fuentes viajes.nationalgeographic.com.es ”