Por: Jimena Marín
Todavía recuerdo los primeros días de la pandemia del Covid-19, por allá en marzo de 2020, cuando todos encerrados en nuestras casas, sin poder trabajar ni abrazar a nuestros seres queridos, mandábamos mensajes de apoyo y hacíamos videollamadas con nuestros amigos a distancia.
Muchos decían que aquella época sería el fin del capitalismo, ya que las personas se vieron forzadas a hacer un alto en su ajetreada vida.
Las empresas quebraron y muchos murieron por el virus. Todo lo que importaba en ese momento, incluso más que el dinero, el poder y el prestigio -tan importantes antes de 2020- period tener a nuestra familia sana y cosas tan sencillas como poder recibir sol y disfrutar de la naturaleza.
Mejor dicho, durante meses, nuestras prioridades cambiaron. Nos volvimos seres superviviendo en búsqueda de las cosas más básicas.
Esto, sin duda, aunque no acabó el capitalismo, sí lo disminuyó, ya que hizo que muchas personas priorizaran la vida en su mente. Es decir, hizo que entendieran que es más importante el bienestar de los seres humanos, el compartir con otras personas, el tener experiencias y recuerdos y la solidaridad, antes que tener casas y carros lujosos.
Durante muchos meses, tener el automóvil del año sirvió para poco, por no decir nada. El dinero, aunque importante para las cosas básicas, como la comida y el pago de servicios públicos, dejó de servir para tener experiencias costosas como ir a restaurantes o viajar a los mejores hoteles.
Todo aquello generó que hoy, para algunos (aunque claramente no para todos), lo que consideraban importante, cambiara.
Por eso, no sorprende que las encuestas marquen a Petro punteando. No se trata de que el Gobierno Duque lo haya hecho mal, aunque reconozco que algunas cosas las hubiera podido hacer mejor, sino que la pandemia nos hizo entender qué es lo que de verdad importa (la vida, la salud y el medio ambiente). Por lo tanto, cualquier candidato que prometa exactamente mejorar esas cosas para los menos favorecidos, debería ir de primero en las encuestas.
No importa si lo que Petro cube es verdad o no, sino que es lo que la mayoría de la gente quiere escuchar después de dos años de sufrimiento. Petro es simplemente un hábil vendedor que sabe explotar los deseos de la población.
Esto es algo que se está viendo en la mayoría de los países del mundo, donde hay un inconformismo con el Gobierno de turno que atendió la pandemia. Pero ¿y cómo no?, si tanto Duque, como Biden, como Trump habían vivido una pandemia antes.
Más allá de eso, muchos ciudadanos no entienden que lo que está pasando en su país no es exclusivo de allí, sino que es un fenómeno mundial. La inflación, por ejemplo, viene dada por la disaster de los contenedores y la disminución de la oferta mundial de materia prima, por el recorte de producción que se dio durante la pandemia.
En todo caso, lo cierto es que el fenómeno Petro no es algo que esté dado solamente porque sea un buen orador, sino porque todos los astros se alinearon para que se convirtiera en presidente. En otras palabras, los hechos extraordinarios ocurridos en los últimos dos años, más una capacidad de convencimiento admirable, mezclado con una habilidad inverosímil para decir justo lo que las personas quieren escuchar aun a costa de la veracidad o realidad de los hechos, han hecho de Petro todo un fenómeno político.
Por esta razón, si no gana un candidato más racional es simplemente porque dicho candidato no entendió que las personas necesitaban un “cambio”, más que crecimiento económico (aunque en últimas éste derive en beneficios para la población). Tampoco entendieron que cualquiera que representara el establecimiento, asociado con los sufrimientos de pandemia, no sería exitoso entre las personas que se vieron afectadas por la disaster.
En otras palabras, la pandemia está a punto de darle el poder al primer presidente de izquierda de la República de Colombia.
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