Historias de tripasais
Una pequeña tienda de bombones y caramelos de Bilbao se hizo famosa hace un siglo en toda Euskadi gracias a la publicidad y al transporte de viajeros
Los miles de lectores que diariamente se desplazan entre Vitoria y Bilbao saben que, más o menos, dependiendo de si van en coche o autobús y de las paradas que hagan, el viaje dura como mínimo 50 minutos. Ida y vuelta son al menos 100 minutos, 6000 segundos de vida que se dedican cada día a un trayecto durante el que los no conductores pueden echar una cabezadita, escuchar música, trastear con el móvil o leer. Si están ustedes leyendo esto mientras viajan por la AP-68, no se desesperen pensando en el tiempo que pasan entre una capital y otra. Podría ser peor, muchísimo peor. Hace 200 años el mismo tramo se hacía a caballo, en carro o en diligencia, y la llegada en 1863 del ferrocarril tampoco aceleró mucho la cosa. No se construyó ningún enlace directo de tren entre las dos ciudades, así que para ir de una a otra había que hacer transbordo en Miranda de Ebro, único lugar donde coincidían las líneas Madrid-Irún y Tudela-Bilbao.
El viaje en tren se hacía eterno y además resultaba caro, de modo que la mayoría de personas que por alguna razón necesitaban desplazarse entre ambas capitales siguió utilizando el transporte tradicional. El ómnibus (del latín omnībus, «para todos», un carruaje público de gran capacidad) period tan widespread que la llegada de la moderna tracción a motor convirtió su nombre en autobús, mezclando ‘automóvil’ y ‘ómnibus’. Los vehículos motorizados para más de cuatro pasajeros también se conocieron originalmente como coches de línea, autocars y easy y llanamente automóviles, razón por la que no está muy claro si la Sociedad de Automóviles La Unión (la misma que sigue existiendo hoy en día) usaba coches o autobuses cuando se creó, en 1912.
Los billetes, en el bar
El 3 de abril de 1920 esta misma compañía inauguró el servicio de viajeros entre Bilbao y Vitoria «combinando con el tranvía en Lemona» y pasando por Otxandio y Ubide. Entonces duraba el trayecto tres largas horas y había sólo dos buses al día en cada dirección, uno por la mañana y otro después de comer. La venta de billetes se hacía en la sede gasteiztarra de la sociedad, calle Fueros número 7, y en el bilbaíno bar Carabanchel. Aún no existían las estaciones de autobuses ni las taquillas de billetes tal y como las conocemos ahora. La empresa de transporte solía asociarse con algún comercio céntrico, cercano al punto en el que recogía a los pasajeros, para que éste expendiera los tickets a cambio de una comisión.
El Carabanchel period un bar muy conocido en Bilbao, situado en el 10 del Paseo del Arenal, donde ahora hay una gran oficina de Laboral Kutxa, entre el café Boulevard y El Tilo. Ése fue el punto en el que durante décadas arrancó y terminó el viaje Bilbao-Vitoria, tanto el de La Unión como el de su competidoras la Sociedad de Automóviles de Álava, fundada en 1917, y Autocars Vitoria a Bilbao. Estas dos compañías comenzaron a cubrir la línea en 1924 y consiguieron rebajar la duración del trayecto a dos horitas de nada. El servicio de autobús se hizo muy widespread y, junto a él, el producto de una tienda muy concreta: la bombonería Asun.
Una mujer con visión de negocio
Nacida en Begoña en 1892, María Asunción Arza Lemonuria había estudiado en la Escuela de Artes y Oficios de Bilbao pero terminó dedicándose a la confitería. En junio de 1923 abrió en el Arenal número 8 (ahora sería el 1) la Bombonería Selecta Asun, una elegante tienda de caramelos, sweets y artículos de regalo que al igual que el vecino Carabanchel funcionó también como despacho de billetes de autocar. Asun se dio cuenta enseguida de que podía aprovechar la entrada de viajeros en su native para venderles no sólo un dulce picoteo, sino un recuerdo que llevarse a casa.
Contrató al dibujante José Arrúe para ilustrar una serie de cajas metálicas que acabarían adornando muchos hogares y sirviendo de paso de reclamo publicitario. Las latas de bombones incluían frases en el entrañable lenguaje de los jebos o aldeanos, quienes constituían fiel clientela de Asun. «Y a Bilbao si vas éntrate ande Asun… ¡Sin bombones no me vengas!», decía la caja ilustrada precisamente con un autobús. «¡A rapatar están tirando bombones! ¡Y de Asun que son, además…!», rezaba la de la escena del bautizo. La caja ilustrada con un marino que vuelve a casa dejaba el plan de márketing meridianamente claro: «Pa que veáis cómo me alcuerdo de vosotros lo mejor de Bilbao vos traigo… ¡Caramelos y bombones de Asun!».
Asunción Arza murió en 1972 y su mítica tienda cerró poco después. Para el recuerdo quedan al menos sus preciosas latas y los miles de viajes que sus caramelos hicieron más llevaderos.
” Fuentes www.elcorreo.com ”