Después de cuatro días varados en Ezeiza, el primer día de 2022, finalmente 200 venezolanos pudieron viajar a su país para pasar fin de año con sus familiares. En el aeropuerto internacional, durante esos días de angustia y zozobra, Clarín conversó con más de 70 pasajeros deseosos de volar y llegar cuanto antes a su país y reencontrarse con su gente. El dato llamativo es que unos 30 de los consultados retornaba a Venezuela para ya no volver a la Argentina.
Uno de los casos que llamó la atención por aquellos días fue el de Fernando y Luisanny, ambos de 24, quienes después de tres años viviendo en Buenos Aires entendieron que ya no había más nada que hacer aquí. “Tras mucho pensar, muchas noches de desvelo y llanto de impotencia, de tantas veces postergar la decisión pensando que podríamos revertir la situación, nos volvemos a Venezuela. La ‘misión Argentina’ fue suficiente, no encontramos lo que vinimos a buscar“, decían con aflicción.
“Lo hemos dado todo, trabajamos un promedio de 11 horas por día cada uno, haciendo reparto de mercadería, siendo empleados en comercios de ropa, haciendo delivery, cocinando comida venezolana, pero nada alcanzaba para solventar el alquiler y vivir. La inflación y el precio de los alimentos nos aceleró el regreso, no imaginábamos que sería tan compleja la economía argentina”, hacían saber Fernando y Luisanny hoy ya instalados en Puerto La Cruz, en el norte de Venezuela. “Es duro volver, acá tampoco nos esperaban con los brazos abiertos”.
Esta historia fue el disparador que permitió descubrir que muchos de los venezolanos que están viviendo en la Argentina se están empezando a ir. Si bien no hay datos oficiales, Carlos Rojas y Carlos Calcurian, dos avezados agentes de turismo que venden pasajes sólo a venezolanos hace años, señalaron que “el 80% de nuestros clientes se quiere ir de la Argentina. Muchos regresan a Venezuela y otros buscan mejores alternativas en Chile primero y Uruguay después. ¿Por qué Chile? Porque se paga mejor y hay más posibilidades: un repartidor en moto puede levantar 300 dólares por semana“.
Calcurian, que opera en la agencia Yakkatours, cuenta que no es sencillo hacer estadísticas, “pero puedo sacar un cálculo por la demanda de viajes que yo vendo y la de otros colegas, además de la página de Facebook ‘Venezolanos en Argentina’, que es muy reveladora y comenta a diario la situación de los compatriotas. Y estoy realmente sorprendido por lo que se está viviendo desde noviembre de 2021, cuando empezamos a calcular que se estaban yendo unos 1.000 venezolanos por mes. Una gran parte retorna a Venezuela y muchos otros no se resignan a buscar otros destinos”.
A principios de año, más de 30 venezolanos retornaron a Venezuela en el vuelo de Conviasa que partió el 1° de enero.
Hace 4 años que Calcurian está radicado en Argentina, vive en Quilmes con su familia, y hace saber que “muchas veces hablo con mis compatriotas que están desesperados, que quieren irse de un día para el otro, mientras que yo trato de ejercer de psicólogo y pedirles que planifiquen con antelación el viaje. En algunos casos dicen que no hay chances, quieren el pasaje de inmediato para evitar pagar un nuevo mes de alquiler. En mis cuatro años aquí es la primera vez que percibo la desesperación por irse. ¿Por qué? El deterioro en Argentina fue muy grande y repentino”.
Carlos Rojas, colega de Calcurian, que está al frente de Criollo Excursions desde 2017, remarca que “la inflación en Argentina es preocupante y hoy en día está más acelerada que en Venezuela. Así como está pasando ahora arrancó el tobogán al abismo en nuestro país. Y eso explica el éxodo venezolano, que dejó de estar en cuentagotas para transformarse en un goteo permanente. En los últimos dos meses vendí 215 pasajes: todos de un tramo y con destino a Venezuela“, sostiene categórico.
Rojas recuerda que cuando llegó a la Argentina en 2017 “el dólar estaba a 15 pesos. Se podía con esfuerzo lograr una mejor calidad de vida, por eso llegaron cantidad de venezolanos y hasta 2021 teníamos el dato oficial de casi 220 mil en el país. El tema es que a partir de 2019 se empezó a desmoronar la economía bruscamente y desde hace un año la inseguridad se ha incrementado de manera muy peligrosa. Entonces empezamos a sentir que volvíamos a estar en Venezuela, pero pagando alquiler y sin nuestros seres queridos“.
“Muy parecido a Venezuela”
Dubraska Zurit (31) es abogada y lleva tres años en Argentina junto a su marido Carlos Romeo (41), ingeniero mecánico. Tiene dos hijos de diez y cuatro, y alquilan un dos ambientes en San Isidro. “Nos vamos, nos cansamos de remarla, regresamos a Venezuela con frustración, no era lo que imaginábamos, pero no podemos seguir aquí, ya no es vida esto”, grafica la mujer, que se está recuperando de un tratamiento médico.
Hoy es Carlos quien trabaja y percibe el único ingreso: 55 mil pesos trabajando en una empresa de desinfección. “Tenemos un alquiler de 25 mil, más los impuestos, nos quedan un poco más de 20 mil pesos para comer y viajar cuatro personas el resto del mes. ¿Cómo se hace? Yo hice de todo, trabajé como encargada en una zapatería, tenía un cargo de mucha responsabilidad, me tenían en negro y me terminaron debiendo tres meses de un sueldo que ya era bajo: 25 mil pesos. Tuve tanto estrés que me enfermé con una pancreatitis“, describe Dubraska.
La odisea de volver a Venezuela. Un pasaje a Caracas puede costar 1000 dólares, por eso los venezolanos buscan alternativas vía Bolivia y Brasil. Foto Rolando Andrade Stracuzzi
La abogada que antes había trabajado en una empresa láctea, donde también estuvo en negro, reconoce un sabor amargo de la experiencia argentina. “Es muy triste partir así, sentimos que de nuestra parte lo dejamos todo, pero es imposible progresar en Argentina, no sólo por los problemas económicos del país, sino también por el abuso de los empleadores, que se aprovechan de que somos extranjeros, o porque podemos trabajar con una sonrisa se pasan de la raya”.
Romeo se suma a la conversación. “El maltrato y la denigración laborales son humillantes. Nos levantamos a las cinco de la mañana y hasta las once de la noche no paramos… Así y todo no pudimos llevar a nuestros hijos ni siquiera un día de vacaciones porque no tenemos margen. Los precios dan miedo, vemos la situación del dólar, el problema grave con los cortes de luz y el gas, la inseguridad que no da tregua… este panorama es muy parecido al que dejamos en Venezuela cuando nos fuimos“.
La familia tiene pensado irse en mayo. “Tenemos que juntar el dinero, no es sencillo, porque un pasaje cuesta alrededor de mil dólares, una locura, y eso que estamos hablando sólo de un tramo. Pero estamos convencidos de irnos, estamos vendiendo casi todas nuestras cosas para ahorrar y quedarnos con lo mínimo imprescindible. Hoy sentimos que volver a Venezuela será no empeorar, ya que allá tenemos nuestra casa en la ciudad de Valencia. Intentaremos retomar con nuestras profesiones y tan mal como aquí no nos puede ir”, pronostica el matrimonio.
En esa sintonía está Carla Rojas (31), odontóloga, casada y con dos hijos. “Estoy pagando mi pasaje de a puchos, pero ya tengo la fecha de regreso para el 16 de febrero. Fueron cuatro años intensos, donde uno redobla esfuerzos aún por encima de las posibilidades que tiene. Yo trabajo como cosmetóloga, oficio que aprendí y me especialicé, soy free-lance y la situación es complicadísima, mucho más con la pandemia, ya que no tengo un ingreso estable. Y cuando trabajo, todo lo que ingresa va para la niñera”.
Carla, Luis y sus hijos regresan a Venezuela el 16 de febrero.
Luis, su marido, es repartidor y trabaja con su moto unas doce horas diarias. “Tenemos un alquiler de 40 mil pesos por un dos ambientes cerca del Obelisco y otros 20 mil sólo de niñera. La ecuación no nos cierra, por eso decidimos abruptamente volvernos. Estamos en la etapa de vender todo y con eso compramos dólares para pagar el pasaje: ya estamos sin heladera y pudimos vender dos teléfonos, una laptop, vajilla… Vamos a dejar para el final la moto, porque Luis trabajará hasta el día anterior”, describe el panorama Carla, que hasta vendió empanadas en el subte.
En cuanto a las sensaciones de estos cuatro años en el país, arquea las cejas, en señal de desencanto. “Fueron años sin vivir, sólo pensando en trabajar y en cómo pagar las deudas. Nunca pudimos dominar la situación, siempre fuimos desde atrás y cada vez más lejos de poder lograr cierta tranquilidad. No culpo al país, sólo que para nosotros fue muy difícil salir adelante, es muy absorbente Argentina. Vinimos por nuestros hijos, para que tengan una mejor calidad de vida y no pudimos cumplir con la meta. Hoy nos vamos por nuestros hijos“.
A la hora de describir cómo será el vuelo de regreso, sonríe aterrada la oriunda de Aragua. “Ufff, es una travesía interminable. Nos iremos en bus a Puerto Iguazú, de allí cruzaremos a Foz, tomaremos un avión hasta Boa Vista (Brasil), de allí vía terrestre hasta Pacaraima (Brasil), cruzaremos la frontera a Venezuela y luego otro bus hasta Aragua. Será duro con dos criaturas de 2 y 6 años, pero es lo que pudimos pagar. Viajar así nos sale la cuarta parte que un avión de Buenos Aires a Caracas“, detalla con temor.
Desde Caracas Antonio Vidal Ceballos acepta la videollamada con Clarín. Volvió a su país después de cinco años en la Argentina y lleva desde mediados de diciembre en su nueva vieja casa. “La reinserción no es sencilla, estamos acá reacomodándonos, con la tranquilidad de tener nuestra propiedad, que es mucho, y con la incertidumbre de no saber cómo se presentará el año. Pero un poco de sosiego y descanso después de tanto vértigo en Mar del Plata son más que bienvenidos”, señala con una amplia sonrisa.
Vidal Ceballos (47) y su mujer Priscila, ambos abogados, hicieron de todo para salir adelante y una de las actividades que mejor les funcionó fueron los masajes por parte de ella y acompañamiento a adultos mayores a cargo de él. “Fue antes de la pandemia, entre 2017 y 2019, cuando teníamos estabilidad y podíamos sostener los gastos de alquiler, expensas y servicios, más las necesidades de nuestros hijos de 18 y 8 años. Pero con el coronavirus todo se desvaneció y nunca más pudimos recuperar la senda”.
La familia vivía en un monoambiente del barrio marplatense de La Perla. “Queríamos ampliarnos ya que estábamos muy apretados pero ese sueño de progreso que tuvimos rápidamente se hizo añicos, porque nuestros ingresos empezaron a desmoronarse. Nosotros estamos agradecidos a la Argentina, que nos abrió las puertas, es un país hermoso, pero la situación económica, la inflación y el incremento acelerado del dólar hicieron insostenible nuestra realidad. Empezamos a dejar de pagar DirecTV, nos quedamos con un solo teléfono, debíamos servicios y ahí nos quedó en claro que no había más nada que hacer”.
No fue sencillo de digerir salir de Argentina ni tampoco lo es aterrizar en Caracas. “Uno quiere volver a casa, pero nos hubiese gustado que fuera de otra manera. De todas formas no lo vemos como una derrota, nos sentimos fuertes, con otra mentalidad y no vamos a dejar de buscar alternativas si nos tenemos que volver a ir de nuestro país. Aunque a diferencia de 2017, cuando arreciaba todo tipo de escasez (medicinas, mercaderías en las góndolas), hoy no es tal esa carencia, pero los precios son exorbitantes. Como Argentina, Venezuela es un país pobrísimo donde sale muy caro vivir”.
Si tiene que revelar cuál fue el mayor obstáculo a la hora de buscar trabajo, Vidal Ceballos no vacila: “La edad. Me han cerrado montones de puertas, inclusive para hacer tareas de limpieza y mantenimiento. Yo no entendía por qué, simplemente quería trabajar en un lugar que necesitaban gente, pero me decían que por tener arriba de 40 no estaba apto. ¿Apto para barrer? En todo caso el prurito lo tenía que tener yo, que soy abogado… Eso me llamó mucho la atención porque me sucedió seguido”.
AS
” Fuentes www.clarin.com ”