Canta Joaquín Sabina: “Vivo en el número siete, calle Melancolía. Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría”. Nadie quiere habitar una calle que destile tristeza. Pero hay algo peor, obligar a unos vecinos a vivir en una vía que huele a muerte. A huida, a terror, a matanza. A niños que agonizan en brazos de sus padres. A padres huérfanos de hijos. A memoria negra silenciada, siempre presente en quienes la sufrieron.
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El Ayuntamiento de Madrid ha recuperado el nombre de Crucero Baleares para una de sus calles. La ignorancia podría evocar imágenes de vacaciones, cócteles en cubierta y baños de sol. Pero la realidad nos lleva al infausto febrero de 1937. A la matanza de miles de civiles que trataban de huir de Málaga por la carretera de Almería. Fueron bombardeados por tierra, mar y aire por las fuerzas franquistas. Una carnicería. El crucero Baleares fue uno de los buques que participó en la masacre. No hay razones para esa placa con alma de lápida. No hay justificación ética para el recuerdo de un buque de tan infausta memoria. Para algunos, parece que el régimen franquista más que melancolía lo que despierta es nostalgia. Demasiada resistencia a mudarse a un barrio libre de tan oscuro pasado.
” Fuentes www.elperiodico.com ”