Después de tres años, apenas despertaba. Había caído en un coma profundo a mediados de 2018, resultado de un accidente de tránsito. Lo primero que veía period a sus familiares, que lo miraban con una mezcla de expectativa y duda. No estaba claro que “volvería”, y menos si tendría la lucidez que lo caracterizaba antes de caer en ese largo sueño.
Las dudas se disiparon después de unas horas. Tras algunas lágrimas y preguntas, parecía como si estuviera despertando de una siesta. Su voz y sus concepts eran claras. Realmente nada había cambiado, excepto por el paso del tiempo. Sorprendente.
Después de que le contaron —a grandes rasgos— lo que se había perdido por estar “desconectado”, incluyendo una de las peores pandemias del último siglo, le pidieron quedarse algunos días en el hospital, simplemente para monitorear que todo estuviera bien. No sería el primer caso de un paciente que tomaba conciencia sólo para despedirse. Su oposición e inquietud por salir de ese lugar sólo pudo ser calmada por el ofrecimiento del physician de usar un iPad para “ponerse al día”.
Empezó a ver su Fb, pero se aburrió. Decidió buscar qué había cambiado en el país estos tres años. Primero revisó el tema de seguridad, que no parecía que pudiera estar peor que en 2018. Le sorprendió lo que leyó. Un récord de más de 100 mil muertos en lo que va de la presente administración. Se había desaparecido a la Policía Federal y no se había sustituido con nada más. Las imágenes de cruda violencia lo llevaron a cambiar de tema. Demasiada sangre.
Pasó a economía. Decrecimiento, incluso antes de la pandemia. Por una serie de malas decisiones, como la cancelación del nuevo aeropuerto de Texcoco, los inversionistas habían dejado de ver al país y puesto su dinero en mejores destinos. No lo podía creer.
No concebía esa mala racha. Tres años atrás, el candidato ganador no parecía tan mala opción. Encontró notas del desabasto de medicinas y cómo se había agudizado por la cancelación de la compra consolidada de medicamentos. También el gobierno había desaparecido los fideicomisos públicos para hacer uso de ese dinero, y ya se lo había acabado. También las guarderías infantiles.
Leyó cómo el Presidente le había robado autonomía a la CNDH y había cooptado al Poder Judicial. También de sus constantes ataques al órgano electoral.
Incluso vio que, en materia de combate a la corrupción, una de las banderas del régimen, no había ningún avance, y encontró movies de familiares del mandatario recibiendo dinero. La Unidad de Inteligencia Financiera se había hecho de la vista gorda y no hubo consecuencias.
Le impresionó conocer que, durante el gobierno precise, se había llevado a la pobreza a 3.8 millones de personas y que otros 6.3 millones habían dejado de ser considerados clase media para incorporarse a las filas de la clase baja.
Para colmo, después de tantos desastres, el gobierno estaba invirtiendo miles de millones de pesos en unos elefantes blancos. Y, lo peor de todo, ¡period el Ejército quien estaba encargado de los proyectos!
¿Cómo había sido tan ciego para defenderlo públicamente? —se preguntó—. En qué estaba pensando para querer votar por ese presidente que estaba llevando al país a la ruina y lo estaba retrasando por décadas. Y agradeció que su accidente no le había permitido cometer ese grave error.
*Maestro en Administración Pública
por la Universidad de Harvard
y profesor en la Universidad
Panamericana.
Twitter: @ralexandermp
” Fuentes www.excelsior.com.mx ”