¿Cuántas veces ha leído o escuchado, usted, sobre el éxito de determinado músico en alguna presentación? Imagino que infinidad de veces, por supuesto. Pero, ¿acaso tienen la misma connotación o similitudes los diversos espacios para tales conciertos? En mi opinión no, obviamente, ya que los contextos cambian así como las diversas intencionalidades de cada puesta.
Para eso debemos separar audiencias y enmarcar diversas zonas del gusto alrededor de una tendencia musical determinada. Ello ayudaría a comprender algunos matices en torno al tema.
Por ejemplo, hace pocos días Silvio Rodríguez repletaba el impresionante WiZink Heart de Madrid, y después algunos músicos del género urbano también lo abarrotaron, aunque la comparación entre ambos aforos vino dada en redes sociales y medios poco serios avivados por el tema político de la campaña para boicotear la presencia de Silvio en España.
Ahora bien, ¿qué diferenció a uno y a otro? Uno de los factores a valorar es cómo un trovador cubano de más de 70 años y con una propuesta musical poco convencional para las grandes transnacionales del comercio y la banalidad como bandera, alejado de las feroces campañas de advertising and marketing, fue capaz, con una moderada publicidad, de llenar un sitio tan grande como el antiguo Palacio de los Deportes de Madrid.
Imaginen ahora el colosal recinto de marras. Todo lo opuesto a quienes más tarde, promocionados todos los días en la radio española y donde su público meta son jóvenes y adolescentes, también actuaban en el mismo lugar lleno totalmente. Hablo en plural porque en ese caso fue un concierto con varios artistas, a diferencia de Silvio. En este o en cualquier análisis cabal, sería un ejercicio infantil comparar o intentar superponer estadísticas o el hecho de quién llenó más, pues tendríamos que diferenciarlos por edades y segmentos de mercado, el tipo de solvencia de esos públicos, así como el coste de las entradas, si había mercadotecnia o no y otros muchos factores.
Y es que es muy recurrente la manía de algunos de estandarizarlo todo, sin tener en cuenta reglas y normas del espectáculo y, lo más peligroso, sin tener en cuenta jerarquías: no es lo mismo actuar en el Olympia de París, que en un bar ante 40 personas tomando alcohol, por muy crudo que resulte decirlo.
Recuerdo hace algunos años cuando el Buena Vista Social Membership tocaba en el Carnegie Corridor, y lo que significaba en el circuito élite de presentaciones en Estados Unidos, donde sobresalen también el Smithsonian Institute, el Lincoln Heart o el Metropolitan Opera Home. Y aunque podamos cuestionar y debatir sobre estereotipos y convencionalismos culturales marcados por una maquinaria hegemónica, no creo sea sano demeritar los inmensos logros artísticos de dichas plazas para emparentarlos con los que se exhiben y publicitan desde el bombardeo mediático y avasallador que se nos hace, y que lamentablemente pretende simbolizar y legitimar que solo se triunfa en una discoteca de un crucero, un bar o un café de Miami durante 45 minutos.
” Fuentes www.granma.cu ”