Aunque relativamente nueva (en 2019 fue su primera edición), no es una competición fácil. El mundo se divide en 22 regiones vitivinícolas y se miran cientos de bodegas, de entre las cuales un grupo de jurados idóneos –sommeliers, periodistas especializados, enólogos, expertos en viajes y amantes del vino– deben votar para elegir a las 50 mejores en términos de la experiencia que brindan a quienes las visitan: se valora la calidad de sus excursions, su gastronomía, la atención de su private y, desde luego, el nivel de los vinos que ofrecen.
El concurso tiene el sello de garantía de la misma firma londinense que está detrás de los 50 Finest Eating places y de los 50 Finest Bars: William Reed, especializada en temas de alimentos y bebidas. Y sus normas son exigentes: solo se puede votar por un viñedo que se haya visitado –esta vez, como máximo en los últimos cinco años, por el impacto del covid-19–; el viñedo debe estar abierto al público; los jurados no pueden votar por ningún viñedo en el que trabajen o en el que tengan intereses y cada uno debe entregar una lista con sus 7 mejores opciones.
Pues bueno, la noticia es que esta semana, y por tercer año consecutivo, el ganador del The World’s Finest Vineyards es la bodega Zuccardi Valle de Uco, en Mendoza, Argentina. Una marca ya muy conocida por los grandes vinos que allí hace Sebastián Zuccardi, su joven y talentoso enólogo, y uno de los pioneros en el concepto de profundizar en la exploración y conocimiento de los terroir de ese país: especialmente de los que están al pie de cordillera.
Y aunque los cada vez más impresionantes vinos de Sebastián tienen mucho que ver con este galardón, el premio no se lo ganó él, sino su hermana, Julia Zuccardi, que lleva años trabajando sin descanso para hacer del enoturismo en su bodega una experiencia inolvidable. EL TIEMPO conversó con ella.
Tres veces los ‘número 1’: ¿a qué lo atribuye?
La bodega tiene cosas muy especiales, comenzando por el lugar donde está ubicada: el Valle de Uco es un lugar muy especial, mágico, único. Y eso marca una gran diferencia. Luego está el edificio, un proyecto arquitectónico hermosísimo (finalizado en 2016) que se integró a la perfección con el paisaje, y que está pensado desde las necesidades de la enología hacia la arquitectura, y no al revés. Y un edificio que, además, está lleno de arte. Pero también creo que ha sido definitiva nuestra persistencia y consistencia con la thought de generar una experiencia de calidad, única y exclusiva para la gente que nos visita.
¿Qué significa el premio para ustedes?
Una responsabilidad muy grande, porque si hoy venimos haciendo las cosas bien, este premio nos invita a hacerlas mejor.
Como Responsable de Turismo y Hospitalidad de Zuccardi desde hace 13 años, ¿qué es lo que más cuida en los recorridos de sus visitantes?
Nuestra gente es esencial. Están supercapacitados y buscamos que se apropien del proyecto, que lo entiendan, que sientan pasión por lo que hacen. Creo que gran parte de nuestro éxito ha sido formar un equipo que transmite eso y lo siente de verdad. Y para mí eso es invaluable, porque cuando uno visita un lugar, por más lindo que sea, por más inversión que se haya hecho en él, si el recurso humano no brilla, no acompaña, el lugar no es memorable.
Su labor la habrá llevado a visitar y estudiar muchas bodegas que apuestan por el enoturismo. ¿Qué prácticas han llamado su atención?
Lo más importante es el recurso humano. Aquellos lugares donde la gente es cálida, es cercana y es apasionada son sin duda los más memorables.
He tenido la suerte de poder viajar y de visitar varios destinos enoturísticos. Yo me fijo en todo: la carta, el servicio, la vajilla, las copas, los excursions… Y de todos aprendemos algo. Pero debo decir que siempre volvemos a lo mismo: lo más importante es el recurso humano. Aquellos lugares donde la gente es cálida, es cercana y es apasionada son sin duda los más memorables. Hay formatos muy exitosos en términos de cifras, pero tremendamente impersonales: proyectos donde sobrevuelas rápidamente la bodega y sus vinos, y antes de que te des cuenta ya estás en la tienda de regalos, listo para comprar algo y salir. Para mí el horizonte es exactamente lo contrario: la visita debe ser una gran experiencia, con una atención de gran calidad. Y bueno, por supuesto, nada de esto sería posible sin los grandes vinos que hace Sebas, mi hermano, que son el alma de Zuccardi.
¿Por qué lado va la cocina del restaurante Piedra Infinita?
Vamos con la tendencia mundial de que el producto sea de la zona, del lugar, y de desarrollar productores. Todo lo que servimos es del Valle de Uco. Es una cocina de producto, una cocina easy, pero sofisticada.
¿Hay un menú fijo?
Trabajamos con un menú de cuatro pasos, que cambia con las estaciones, y va con un maridaje de cuatro vinos. Y, obviamente, lo que prima al armar el menú es que el vino sea el protagonista.
¿Su hermano y su padre (Pepe Zuccardi) –dos grandes personajes del vino argentino– se meten en estos procesos de hospitalidad con la gente que los visita?
Sí, desde luego. Toda la familia interviene. Recibimos mucha gente y tanto a mi papá como a Sebas les toca hacer mucho de anfitriones y están, por ende, muy al tanto de lo que pasa en cada parte del proceso. Por eso, muchas de las decisiones las tomamos en familia. Sebas es muy apasionado y siempre me empuja a la excelencia en todo lo que hacemos. De hecho, Sebas participa activamente en cada cambio de menú. Nos sentamos juntos a probar los platos, Sebas hace el maridaje y cuando ve que un plato no está tan bueno con un vino, es el primero en decirlo. Y pasa lo mismo con el recorrido por la bodega, que no solo fue creado conjuntamente con Sebas, sino que lo apoya constantemente con sugerencias. De hecho, él fue el primero que dijo que cada visita tiene que partir en el viñedo, porque la gente tiene que ir a las calicatas y ver y sentir la tierra, sus características, porque es de ahí de donde vienen nuestros vinos, de donde parte todo esto.
¿Cuál es la mayor lección que ha aprendido en estos años del contacto permanente con la gente que los visita?
Aprendo un montón de la gente. El suggestions es importante. Me gusta y agradezco las críticas constructivas, porque es lo que nos hace ser mejores e ir por más. Pero me impresiona mucho ver cómo la gente se emociona con el proyecto. Uno da muchas cosas por sentadas, creció con ellas y no termina de apreciarlas en toda su dimensión. Y esto me enseña a valorar donde estoy y la tarea que hago.
Tres razones para visitar el Valle de Uco…
En el Valle de Uco te puedes pasar cinco días visitando bodegas y no te vas a cansar, porque todos los proyectos tienen su alma, su sello. Y hay proyectos gastronómicos muy interesantes.
Primero que todo: su naturaleza. Sus paisajes son únicos y estar al pie de la cordillera de los Andes es algo muy imponente, muy lindo. Además, el clima de Mendoza permite visitarla todo el año. Hay mucho sol, mucha luz. Segundo, la propuesta de vinos es muy interesante y diversa: en el Valle de Uco te puedes pasar cinco días visitando bodegas y no te vas a cansar, porque todos los proyectos tienen su alma, su sello. Y tercero, la buena mesa. Hay proyectos gastronómicos muy interesantes en el Valle de Uco, y para el que le gusta comer y beber bien es sin duda un gran destino. Y, por último, añadiría que es un destino perfecto en estos tiempos de pandemia, cuando todos estamos buscando el turismo de naturaleza, el aire libre, evitar la masividad, las aglomeraciones… Mendoza y el Valle de Uco son una gran opción.
¿Qué significa para usted, que creció entre viñedos, el vino?
Para mí el vino es familia, es compartir, es un alimento, un estilo de vida. Una bebida que genera buenos momentos, amistades, cercanía, relaciones a largo plazo y un acercamiento con gente que uno nunca se habría imaginado que iba a conocer. Eso es el vino para mí.
Guía básica si piensa ir
-¿Cuánto tarda una persona en llegar desde Mendoza hasta la bodega?
Hora y media. Son 130 kilómetros.
-¿Recomienda ir por el día o es mejor hospedarse cerca de la bodega?
Yo recomiendo hacer al menos un par de noches en el Valle de Uco para poder conocerlo bien, y combinar con dos o tres noches en Mendoza.
-¿Cuál es la duración aproximada del tour por la bodega?
Sin degustación, 45 minutos. Con degustación: una hora y 20 minutos.
-¿Cuánto vale el tour y cuanto los distintos niveles de cata que ofrecen?
El tour vale 10 dólares (por persona), sin degustación. Y las catas -ofrecemos cuatro posibilidades diferentes- van de los 20 dólares hasta la premium, que cuesta 61 dólares.
-¿Cuánto puede costar, aproximadamente, comer con vino en el restaurante Piedra Infinita?
El menú de cuatro pasos, maridado con cuatro vinos, en la primera opción, porque hay cuatro posibilidades distintas de maridaje, sale en 75 dólares. Y eso incluye la visita a la bodega.
-¿Alguna recomendación para quienes estén pensando en ir a visitarlos desde Colombia?
Que hagan su reserva con un buen tiempo de anticipación, porque es impresionante la demanda que estamos teniendo. Después del premio esto ha sido una locura. Y que estén atentos a la reapertura de las fronteras en Argentina, pues de momento están cerradas hasta por lo menos el 1 de noviembre.
Víctor Manuel Vargas Silva
Editor de la Edición Domingo de EL TIEMPO y periodista de vinos
En instagram: @vicvar2
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” Fuentes www.eltiempo.com ”