Con la muerte de Fidel Castro en noviembre de 2016 acabó el siglo XX. El hombre que lideró la épica revolución de Cuba de 1959 period el último sobreviviente de una época del mundo en la que el destino de la humanidad se bifurcaba.
Más allá de la controversia generada a lo largo de su vida, Fidel tenía un lugar en el devenir histórico reciente junto a personajes como Mao Tse-Tung, John F. Kennedy, Gandhi, Franklin Roosevelt, Nelson Mandela, Winston Churchill…
Por eso, aunque detesto asistir a funerales, cuando supe de su muerte, me alisté para viajar enseguida a La Habana y atestiguar no solo la despedida de una figura legendaria, sino también de una period específica.
Aquel viaje se volvió a su vez un viaje de acompañamiento de las cenizas funerarias del dirigente cubano, las cuales recorrieron pueblos y ciudades antes de ser colocadas en un cementerio de la provincia de Santiago.
La crónica de este recorrido es una de las diecisiete que forman parte de Mundo enfermo, libro publicado este octubre de 2021 bajo el sello Debate. El viaje al funeral de Fidel no es el único de Cuba que registra el volumen. Hay otros viajes, otras historias, que abarcan la experiencia revolucionaria de la salud y educación cubanas, así como también las que documentan las disidencias contra el régimen.
Quizá porque el primer viaje que hice en mi vida a un país extranjero fue a Cuba, es este país el que más he analizado como reportero después de México. La primera vez que llegué a La Habana, unos años antes del 2000, fui cautivado y marcado por su compleja realidad.
Tenía la concept de que si podía entender Cuba más allá del maniqueismo predominante, podría tener una mejor comprensión normal de la historia aún viva del siglo XX, un siglo en el que me tocó nacer, pero no “vivir”.
Además, el reto de viajar, entender algo y transmitirlo sin filias ni fobias, es el reto cotidiano del oficio reporteril: si podía conocer de manera crítica y compartir en forma cabal una otredad tan especial como la cubana, quizá podría a su vez descifrar las demás otredades contemporáneas que me topara en el camino.
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Escribir, viajar y resistir son probablemente tres de las cosas más importantes de mi existencia. Mundo enfermo es un libro en el que se congrega esto. Me senté a darle forma durante la pandemia, a causa de tres detonantes. El primero period la imposibilidad de viajar: a partir de marzo de 2020 debí cancelar viajes que tenía programados a Perú, Noruega, EU, El Salvador, Brasil y España. Por circunstancias laborales, mi vida suele transcurrir en ese vaivén, así es que la cuarentena representó un viraje más que radical en mi cotidianidad. Así fue como, encerrado en mi hogar e imposibilitado de viajar, regresé a través de mis textos a los viajes que había hecho antaño.
Otro detonante de este libro fue que en esas crónicas de viaje revisitadas iba cobrando forma la reflexión private no solo de los lugares, eventos y personajes ahí registrados, sino también del mundo que me ha tocado ver en este siglo XXI. Al compilarlas, las crónicas daban forma en conjunto a una visión private que considera que nuestra civilización está en disaster.
El tercer detonante, más superfluo, fue un accidente que tuve y que me hizo estar a punto de morir. Sentir de manera tan cercana el fin private me motivó a pensar aún más en la resistencia en colectivo ante lo que padecemos. Bajo ese afán, espero que este libro sea a su vez una manera de compartir mundos que me ha tocado conocer. Que esa mirada colabore en algo cuando toque rehacer el mundo precise.
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Otro octubre, el de 2007, publiqué mi primer libro: Oaxaca sitiada. Aquella crónica se centraba en las causas y la manera heroica en la que se sublevaron miles de personas en contra de un régimen decrépito, que por cierto, ensayaría en esa represión feroz los procedimientos que luego perfeccionaría el sistema durante la llamada guerra del narco.
Si en Oaxaca sitiada mi mirada se centra con esperanza en la gesta rebelde, en Mundo enfermo, el crisol es poliédrico. Mundo enfermo es un libro sobre cómo ha cambiado la vida a lo largo de 20 años: con la religión en disaster, el terrorismo como realidad y coartada, web siendo un arma de management y de protesta, Medio Oriente arrasado, Roberto Bolaño renovando la literatura latinoamericana, el turismo extremo, la decadencia europea, una búsqueda espiritual cada vez más estrambótica, el poderío chino, la especulación financiera, el resurgimiento de los pueblos originarios, la transformación del arte dramático, el sueño bolivariano y la guerra abierta entre el sistema y la naturaleza.
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Dentro del viaje que a su vez fue el viaje de recopilar estas historias, pude recorrer de nuevo momentos y relaciones que tuve con las publicaciones en las que aparecieron por primera vez algunos de estos textos.
Empiezo por la desaparecida revista MILENIO Semanal, donde tuve editores sabios y vehementes como Carlos Ferreyra y Jesús Rangel; sigo con Gatopardo, donde mi querido y admirado Guillermo Osorno, alias Tío incómodo, acompañó otras publicaciones como la de los perfiles de Juan Villoro y Gael García; así como también la revista Travesías, en la que María Pellicer buscó siempre sacarme de mi zona trágica recurring para confrontarme con experiencias más normales pero quizá extravagantes para mí.
Y finalmente agradezco doble a Pere Ortin, quien como editor de la revista Altair, publicó uno de mis textos infrarrealistas y además me acompaña con un prólogo especialmente escrito para este libro cuya portada ocupa una fotografía del artista Yoshua Okón.
No son estas todas las personas que revivieron en mi mente y corazón durante el viaje por estos viajes. Evidentemente hay muchísimas más, pero omito mencionarlas aquí porque la mayoría aparecen de manera directa en las historias que forman parte del libro. De hecho, ellas son este libro.
Diego Enrique Osorno
” Fuentes www.milenio.com ”