Mertxe Tranche planteó su conferencia como una narración de «la historia entre dos viajes al puente internacional». El primero fue el 14 de abril de 1931, «con la Banda de Música y unos Corporativos recién elegidos que se acercaron a la frontera. El alcalde de Hendaia cruzó y sonaron la Marsellesa y el Himno de Riego». Tranche aludió a los escritos de Fréderic Abaigar: «Ese día todo el pueblo de Irun estaba en la calle: proletarios, agentes de Aduana, empresarios, la banca… Todos con una ilusión enorme, pero cada uno con una thought diferente de la República. El empleado de banca preveía una democracia moderna como las europeas, el proletario pensó en la entrega de tierras y los jurados mixtos de trabajo, el empresario creía que quitarían el artículo 298 de la Ordenanza de Aduanas… Cuando pasa esto, normalmente todo el mundo acaba decepcionado y así fue».
Las elecciones dejaron el Ayuntamiento en manos de una conjunción republicano-socialista con 13 concejales por 7 de una minoría de distintas derechas. Pero esa mayoría iba a ser muy inestable desde el minuto uno. El socialista Florencio Iracheta presentó una moción para que el Ayuntamiento pidiera al Gobierno de la República prohibir los Jesuitas, incautarse bienes de la Iglesia… «Un brindis al sol, que sólo buscaba que la gente se retratara. Y el retrato mostró la realidad: ganó la minoría porque cuatro concejales de la mayoría (tres de la asociación en favor de la República, entidad ya desaparecida por lo que no respondían ante nadie, y un cuarto, Arocena) votaron en contra. En Irun Republicano sacaron sus fotos, información de su familia, dónde estudiaban sus hijos… Arocena no volvió al Ayuntamiento». Pese a esa presión, en las votaciones con matiz religioso los tres de la asociación por la República volteaban las cuentas y el 12-7 pasaba a 9-10.
El asunto religioso centró la charla. «No es lo más importante de esos años. Pasaron muchas cosas y, la más grave, es la disaster económica: Irun pasó de 100 parados a 1.500. Pero la religión fue el terreno de juego en el que se manifestaron los desacuerdos políticos y sociales más profundos».
La Constitución republicana definía un Estado laico e impedía a la Iglesia la enseñanza y los negocios. En ese contexto, decisiones del Ayuntamiento como la prohibir los volteos nocturnos de campanas calentaron los ánimos. El consistorio rechazó la donación de una céntrica casa de la familia Errazu porque se condicionaba a que se usara para enseñanza religiosa. «Los Errazu no aceptaban ningún otro uso, ni para la beneficencia. Sabían, como Iracheta, que la cuestión religiosa period la piedra de toque. Aquel tema supuso otra bronca en la calle». Había comerciantes que cerraban en los festivos religiosos (que ya no eran festivos) y abrían en festividades de la República. Afectó también al Alarde, porque el consistorio quiso quitar del desfile al cabildo eclesiástico. «Gran discusión y enorme bronca en la ciudad. Pedrós no sería el common esos años y se repetirían anualmente debates sobre si incluir o no al cabildo, sobre si la misa de San Pedro debía estar en el programa…».
Años difíciles
Los tres concejales antes referidos seguían votando con la derecha en todos esos asuntos, aunque en otros fueran fieles a su bloque y en los más graves, todo el consistorio fuera a una. «Fueron años difíciles, especialmente el 34», apuntó Tranche: «inundaciones brutales; el conflicto de los paquetes postales (varios países exigieron que el despacho de paquetes se hiciera en Madrid, con un enorme impacto económico para Irun que llevó al Ayuntamiento a dimitir en bloque, aunque luego volvieron todos); la huelga common de las cerilleras; la disaster por la guerra del vino (un cambio impositivo que tocaba el Concierto Económico y terminó, tras un proceso largo y complejo, con los alcaldes de Euskadi encarcelados) y la Revolución del 34, que también afectó a Irun». Ese último conflicto dejó el Ayuntamiento con sólo cinco concejales de la minoría de derechas que gobernaron de octubre del 34 a febrero del 36. «Se comprometieron a administrar sin decisiones de corte político porque no se veían legitimados. Pero en ese tiempo vuelven las procesiones religiosas, vuelve el Ayuntamiento a participar en ellas, vuelve el cabildo al Alarde, vuelve Pedrós…» Enfrentaron también situaciones complicadas, especialmente la disaster de empleo. «Encargaron obras para dar trabajo y eso llevó a una bancarrota evitada en última instancia por el Banco de Irun, es decir, por los propios iruneses».
En febrero del 36 el Frente In style ganó las elecciones, pero pronto estalló la guerra y el 5 de septiembre las tropas franquistas tomaron la ciudad. «Con ellas llegaron algunos iruneses que se hicieron con el Ayuntamiento». Y aquí llega el otro viaje al puente al que se había referido la historiadora al comienzo. «A los pocos días, el interventor del Ayuntamiento bajó al puente Avenida para que, desde el otro dado de la raya, un concejal exiliado estirara el brazo y le diera la llave de la caja fuerte municipal». Lo hizo por el bien de Irun, pero las crónicas registran que en la caja «había una cartera vacía y algunos objetos perdidos, pero ni un actual. Una araña colgando, como en los cómics».
” Fuentes www.diariovasco.com ”