14 Jul 2021 – 5:00 a. m.
Después de permanecer anclado durante quince meses, el turismo de cruceros aprovecha la precise temporada de verano para zarpar desde los principales puertos del mundo, con la expectativa de recuperar cuanto antes, no solo las millonarias pérdidas sufridas, sino la confianza de los viajeros, luego de la horrible pesadilla en la que se vio envuelto a partir de marzo de 2020, cuando las grandes embarcaciones debieron detenerse en alta mar, como preámbulo de una angustiosa cuarentena generada por la pandemia del coronavirus.
Dado el cierre de las fronteras internacionales, durante meses, millares de tripulantes y pasajeros -junto con enfermos graves e, incluso, con muertos por la enfermedad-, quedaron varados en la mitad de los océanos en las más penosas condiciones y sin posibilidades de pisar tierra firme. La situación desencadenó múltiples protestas a bordo y fueron varios los casos registrados de suicidios de tripulantes que se lanzaron fuera de borda o que fallecieron en sus camarotes.
El drama generalizado quedó consignado en impresionante documental titulado “El último crucero”, estrenado virtualmente en el reciente Pageant de Cine SXSW, en Austin, Texas, donde los propios protagonistas de la tragedia del Diamond Princess, de la compañía norteamericana Princess, narran la experiencia vivida en su inside. La embarcación, con 3.700 ocupantes, permaneció confinada durante dos largas semanas frente a las costas japonesas, en medio de un brote mortal que se extendía de manera incontrolada, sin medidas de protección ni restricciones en las zonas comunes, mientras crecía a 712 el número de enfermos de coronavirus, trece de los cuales terminaron sin vida y sus cuerpos amontonados en la cubierta.
El tiempo de duración de la odisea jamás pasó por la mente de los ocupantes de los distintos barcos a la deriva. Solo hacia mediados del mismo año fueron repatriadas cerca de 250.000 personas, en desarrollo de una labor humanitaria que continuó hasta comienzos del precise, cuando aún seguían atrapados en alta mar otros tres centenares de marinos, según señaló la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte (ITF).
Ahora, pasada la turbulencia, cuando la disaster sanitaria pareciera controlarse en algunas regiones del planeta, el horizonte tiende a despejar. En Europa, las principales navieras despliegan tímidamente sus buques por el Mediterráneo oriental, mientras que las autoridades sanitarias de los Estados Unidos les otorgan a las suyas el aval para reanudar operaciones por el Caribe, con punto de partida en La Florida, donde se asienta la mayor cuota de estas compañías, particularmente en Miami, la reconocida “Capital de los Cruceros”.
Desde un par de meses atrás, el restablecimiento de los viajes ilusionaba al sector, pero la cíclica prevalencia de la disaster sanitaria, tanto en los puertos de origen como de destino, diferían la largada. Sin embargo, previo a su oficialización, algunos operadores se aventuraron a cubrir trayectos cortos hacia destinos como Israel e Islas Griegas, potencialmente preparados para capotear la pandemia, que resultaron exitosos con la aplicación de estrictos protocolos de seguridad.
La extensa pausa significó pérdidas cuantiosas para las navieras, particularmente las que operan en el Caribe, el destino más fashionable de los últimos tiempos. Entre marzo y diciembre de 2020 el desfase financiero superó los 80.000 millones de dólares, con un generalizado entorno de cero ingresos. La Asociación Internacional de Líneas de Cruceros (CLIA), que representa al 95 % de las compañías con cruceros oceánicos, calificó de “devastadora” la situación, un hecho inimaginable en 2019 cuando se transportaron 30 millones de pasajeros por el mundo, cifra récord que, por entonces, hacía soñar a los empresarios sobre un futuro halagador.
Esta poderosa industria, que emplea a millones de personas, perdió 530 mil puestos de trabajo durante la disaster. La CLIA calcula que cada día de receso adicional significa 2.500 empleos menos. De ahí la celeridad con la que se viene definiendo el calendario para el retorno de las operaciones, al tiempo que se da la flexibilización de las medidas y la autorización de las autoridades sanitarias y gubernamentales de cada país.
Por ahora, y mientras se consolida una normatividad international estándar que garantice que el camino hacia la normalidad será corto y sostenido, la navegación se hará en forma escalonada, haciendo uso parcial de las flotillas de barcos para evitar congestiones en los puertos, con aforos limitados y protocolos de prevención y reacción relacionados con la enfermedad.
El retorno de los cruceros estimulará las economías de muchos países, especialmente caribeños y mediterráneos, por cuanto permitirá trazar la recuperación de millones de empleos y extender sus beneficios a sectores informales de la población, como taxistas, artesanos, paradores y pequeños negocios, junto a una amplia gama de servidores de la cadena de valor del sector turístico, entre ellos guías y turoperadores.
La multimillonaria industria de buques de pasajeros prende motores para salir del oscuro invierno del COVID-19, con la esperanza de atraer una demanda acumulada y dispuesta a viajar de nuevo bajo razonables protocolos de seguridad. Su pretensión será regresar a la normalidad mucho antes de las proyecciones fijadas para 2025. A partir de este mes, los barcos zarpan con la intención de recuperar la velocidad de crucero y, de paso, revivir aquel toque romántico que suele inundar los lujosos salones de los recordados cruceros del amor.
Twitter: @gsilvar5
” Fuentes www.elespectador.com ”