Estados Unidos no debiera acoger más un evento deportivo internacional si no es capaz de hospedar a la familia atlética toda. Habría que declararlo país non grato para el deporte. Su selectivo criterio de elegibilidad pasa por encima de las federaciones internacionales y regionales y, lo que es peor, sojuzga a estas.
Ahora el Gobierno de Joe Biden, siguiendo la misma ruta de su antecesor Donald Trump, privó al equipo cubano de fútbol de su presencia en las eliminatorias de la Copa Oro, al negarle el visado al as soon as antillano, que se preparó con ahínco en Guatemala y Nicaragua, cumpliendo todos los protocolos anti-covid-19. Las lágrimas de los futbolistas cubanos, más que de lamento son de rabia, por la exclusión y la discriminación políticamente motivadas que, una vez más, pisotean el derecho de representar a su país.
«Estados Unidos le teme a Cuba hasta en el fútbol», dijo el director del periódico La Libertad, de Costa Rica, Martín Rodríguez, citado por Prensa Latina. «El prison bloqueo de EE. UU. contra Cuba no les permite participar de la Copa Oro, mientras la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado) y la Concacaf (Confederación de Norte, Centroamérica y el Caribe de Fútbol) guardan silencio ante los amos imperiales».
La Concacaf es una organización regional que se rige por los dictámenes y reglamentos de la FIFA, ente mundial que, entre sus postulados, afirma que los gobiernos no pueden intervenir ni interferir en sus políticas ni en las de sus torneos. Habría que preguntarse si tales preceptos no aplican para Estados Unidos, o el dinero que pone una sede como la de ahora, en Florida, hace cambiar las reglas.
Es bochornoso que la Concacaf y la FIFA no se hayan pronunciado ante esta infamia, incluso tras la solicitud de Cuba de posponer el partido del sábado 3 de julio, hasta que estuvieran los documentos de viaje. ¿Se podrá confiar en organismos como estos, cuando abandonan a una de sus naciones miembros, que se ganó el derecho a estar presente en un torneo como la Copa Oro?
Cuba jamás le ha negado una visa a un atleta estadounidense ni a ningún otro, cualquiera que sea su nacionalidad, credo u opinión política; lo que ha hecho es facilitar su estancia y garantizarles las mejores condiciones. Sin embargo, la historia de EE. UU. recoge una vasta hoja de fechorías de este tipo contra entrenadores, deportistas y hasta con las máximas figuras del Comité Olímpico Cubano.
Incluso, hasta sus deportistas han sido víctimas de esa política. Al singular ajedrecista Robert Fischer, en 1965, le fue negado el visado para viajar a La Habana, para jugar el torneo Capablanca in memóriam. Lo hizo mediante un teletipo desde el Marshall Chess Membership, de Manhattan, el mismo sitio donde el genio cubano se desplomó a causa de su presión arterial. En 1966 vino a la Olimpiada del juego ciencia en la capital cubana, y se sintió a gusto, aunque tres agentes del fbi lo vigilaban.
¿A qué le teme Estados Unidos? Dejemos que sea el colega costarricense quien responda: «Le tiene miedo a Cuba, a su autodeterminación, a su libertad, a su inmenso amor y solidaridad con la humanidad, llevando médicos y maestros a los más oscuros rincones del mundo, cuando EE. UU. lleva bombas, destrucción y muerte». Por eso la emprende contra el pueblo, con sus deportistas, artistas e intelectuales, médicos, científicos, niños, jóvenes y mujeres. Pero en ese «otro fútbol», el miedo lo mata, porque Cuba no ha dejado de anotarle goles a esa política.
” Fuentes www.granma.cu ”