Los mejores planes culturales para este fin de semana

POR César Coca

Puede que algunos de ustedes hayan leído la novela ‘Una música constante’ de Vikram Seth. En ella, un violinista de un cuarteto, residente en Londres, está obsesionado por hallar una grabación de un quinteto de Beethoven muy poco conocido e interpretado. Un día le avisan de una tienda de discos de que tienen un ejemplar de la única grabación disponible. Va corriendo a por el LP y cuando regresa en autobús a su casa, en pleno Oxford Avenue, observa que en otro autobús, en sentido contrario, viaja la chica que fue su gran amor diez años antes y de la que huyó sin dar explicaciones por su alergia al compromiso.

La novela es una maravillosa historia sobre las segundas oportunidades, y el quinteto que obsesiona al protagonista es el op. 104, con el que se abrirá el concierto de cámara de la Sinfónica de Bilbao (BOS) el próximo lunes. Un guiño a la literatura por parte del chelista Alban Gerhardt y el Cuarteto BOS. Y por si fuera poco, el concierto continuará con el Quinteto Nº 3 de Dvorák.

Antes de esa sesión, Gerhardt será el solista de las tres funciones del concierto de la temporada de abono de jueves y viernes. En este caso, abordando el concierto para violonchelo y orquesta de Barber, un compositor que entre nosotros es conocido sobre todo por su ‘Adagio’ y en menor medida por su concierto para violín. El de chelo, como sucede con el de piano, se interpreta muy poco en nuestros auditorios y tampoco es fácil de encontrar en disco, así que la ocasión es perfecta para descubrir esta partitura de un compositor de intenso lirismo.

El programa se completa con la que en algunos círculos fue recibida como la Sinfonía Nº 10 de Beethoven. Hablo de la Nº 1 de Brahms. El compositor de Hamburgo esperó hasta los 43 años para estrenar su primera obra del género. Al parecer trabajó en ella durante más de una década, hizo numerosos borradores y pulió aquí y allá. En parte por su elevado sentido autocrítico y en parte también porque había tanta expectación sobre esa pieza que temía defraudar a quienes lo veían como continuador de Beethoven. El resultado es espléndido (cada una de las cuatro sinfonías de Brahms es una obra maestra sin discusión posible) aunque la pieza no sea tan conocida como las Nos. 3 y 4.

Homenaje a uno de los grandes

Como si existiera un hilo conductor entre las programaciones de la BOS y la Filarmónica, el concierto de la semana próxima programado por esta entidad musical está dedicado a Joseph Joachim, uno de los mayores violinistas de la Historia y gran amigo de Brahms. Este, protagonista de la sesión sinfónica de la BOS, le dedicó su Concierto y más tarde el scherzo de la llamada FAE Sonata. Precisamente con esta pieza arranca la sesión de la Filarmónica, con el violinista Daniel Hope y el pianista Sebastián Knauer. El programa continúa con autores del entorno Brahms-Schumann, para terminar con una pieza muy poco interpretada del propio Joachim y una sonata también infrecuente, aunque no tanto, de Grieg. Una delicia de programa.

Por elena sierra

Puede parecer que me repito, y que me repito, y que me repito… pero no. Como en los últimos meses las fronteras entre municipios han andado un tanto complicadas, y una no sabe ya quién pudo ir adónde y cuándo, más vale insistir en algunos espectáculos de danza que pululan por los escenarios vascos. Por si acaso alguien no ha podido acudir hasta ahora, para que los recupere.

Primero: llega a Basauri, este sábado, ‘Hnuy illa’, una propuesta de Kukai en colaboración con Tanttaka que tiene ya trece años pero que fue actualizada el año pasado con motivo de los 25 de la creación del libro de Joseba Sarrionandia que lleva ese nombre (y algo más). Sus poemas se convierten aquí en danza, la que sale de la mente de Jon Maya, y también en audiovisuales (de David Bernués) y música (de Iñaki Salvador), bajo la dirección escénica de Mireia Gabilondo. Son todos grandes nombres de la creación vasca.

Segundo: en Mungia, también el sábado, ‘Hierro’, la fusión entre el flamenco de Adriana Bilbao y la voz inclasificable de Beñat Achiary, y que cuenta con la colaboración de otros músicos de distintos géneros. Este homenaje emocionante a los inmigrantes de otra época tiene ya un largo recorrido y no está de más, si es el caso, repetir.

Por Gerardo Elorriaga

El Guggenheim nos ofrece una experiencia de realidad aumentada basada en los mensajes de la artista norteamericana.

No hay límites para el arte. Esta afirmación, que podría aludir a su concepto, también se extiende a la forma en algunos casos, tal y como sucede con ‘Like Magnificence in Flames‘ la propuesta más unique que podemos encontrarnos, hasta la fecha, en el País Vasco. La iniciativa de Jenny Holzer resulta tan extraordinaria que ni siquiera se contempla al uso como un objeto materials más. La pieza es una versión en realidad aumentada (RA) de sus famosas obras, basadas en el lenguaje, y ha sido realizada para el Museo Guggenheim, aunque, sorprendentemente, también se puede contemplar, siquiera en una interpretación reducida, desde cualquier parte del mundo.

El acceso se lleva a cabo a través del teléfono móvil. A través de un código QR, la institución permite la descarga de una aplicación que nos ofrece tres experiencias virtuales. El Atrio del Museo se convierte en un entorno mágico en el que las leyendas de Holzer se deslizan y ascienden sobre nuestras cabezas. La experiencia también puede repetirse a través de varios puntos de posicionamiento espacial situados en las inmediaciones. La poesía ascenderá de las aguas de la Ría y escalará por las láminas de titanio del Guggenheim, fenómeno que tan sólo podemos contemplar en las pantallas de los celulares. La última de las variantes nos permite, desde nuestra casa, llegar hasta otros mensajes que proyectamos libremente.

La fascinación por esta expresión de realidad digital no debería alejarnos del sentido de este trabajo, que implica una interpelación directa al individuo. Holzer utiliza las estrategias de la publicidad para formularnos mensajes sencillos y directos que apelan a nuestra conciencia. No se trata de un juego banal ni un intento de apabullarnos con la tecnología. La artista norteamericana nos incita a la reflexión, a descubrir el sentido, quizás muy private, de sus lapidarias sentencias.