Posterior a tanto encierro por motivo de la Covid-19, estábamos muy ilusionados con tomar un crucero. Nos sobrecogió la alborada de la pandemia posterior a nuestro desembarque en Buenos Aires a inicios de marzo del año pasado.
Terminábamos una gira de 15 días que originó en Santiago de Chile, cruzando el estrecho de Magallanes, para celebrar los 500 años del primer viaje de circunnavegación al globo. ¡Fantástico, hasta luego a la libertad, entre pingüinos, lobos marinos y glaciares!
Aprovechando un momento de ocio a bordo, nos acercamos al despacho de futuras giras y adquirimos un bono de enganche descontado para nuestra próxima aventura. Ahorrando realitos de nuestra jubilación planificamos un crucero anual a diversos destinos porque hay mucho que ver y el tiempo es ya limitado.
Ya de vuelta al istmo y dentro del primer recojo, contactamos con la naviera y confirmamos un crucero de 9 días sobre el Mar Báltico, originando en Copenhague, capital de Dinamarca, con escalas en Suecia, Finlandia, Alemania, Federación Rusa y Estonia en agosto de este año.
¡Mal cálculo! El mes pasado la naviera nos notificó que nuestra gira había sido cancelada. No hay mal que su bien no traiga. Como recompensa nos ofrecieron un bono de 10% de descuento en cualquier viaje a futuro.
Empeñados en mantener nuestra disciplina de un viaje anual y esperando que la luz se alumbre al last del túnel en unos meses, firmamos la línea contractual para un crucero trasatlántico de 17 días originando en Roma y desembarcando en Miami.
No es cuestión simplemente de tomar un vuelo a Roma abordando el buque y ya. Con tiempo de nuestro lado, analizamos cada vértebra de la columna vertebral de los 8,340 kilómetros de la travesía.
Aterrizamos en Roma tres días anterior al zarpe desde el puerto de Civitavecchia. Conociendo ya los sitios turísticos y siendo temporada baja tomamos una suite en un lodge muy acogedor, fundado en 1600, en el barrio romano de Trastevere, cuyo precio es menor al de una habitación common durante el tumulto veraniego. Dos propósitos en specific, arrojan nuestro empeño. Descansar para acostumbrarnos al cambio de horario y llevar a cabo una gira gastronómica en el enclave caracterizado por sus excelentes restaurantes, los mejores de Italia.
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Seleccionamos el crucero Norwegian Getaway por su calado, uno de los más grandes del mundo, siendo la ondulación mínima al entretejer el atlántico, y porque cuenta con 28 restaurantes, fantásticos reveals todas las noches, un enorme gimnasio para quemar las calorías y actividades para todos los gustos y edades.
Con 10 escalas en diversas geografías, aprovechamos cada una de ellas para saborear nuevos sitios aún no topados. Por ejemplo, conocemos bien la Riviera francesa, habiendo ya frecuentado Mónaco, Saint Tropez, Niza, Bandol, Marsella y Cannes. Por ello durante nuestra escala en esta última, aprovecharemos para vislumbrar Antibes, el puerto charmant de moda.
De los cuatro puertos que atracamos en España, Barcelona, Málaga, Valencia y Sevilla, en tres de ellos nos aguardan amistades. Todos sabemos la garrafal diferencia entre round en un ómnibus atracado de obesos norteamericanos e intimar solares harto conocidos por lugareños.
Hay que aprovechar el tiempo. Achantado en su hamaca Sancarleña, indagaba a mi tío Mito: “¿Qué haces?”. “Matando el tiempo” me decía, cuando es el tiempo el que nos mata a nosotros. Toma tu crucero y conoce mundo, que quedarse en un sitio oxida el alma y el corazón.
Líder empresarial.
” Fuentes www.panamaamerica.com.pa ”