Un gatito me decía / yo soy de barrio / de un barrio pobre y trabajador […] Qué bonito es mi barrio / sobre todo en las mañanas / cuando sale echando chispas el camión / a lueguito por la tarde / se columpian las campanas / invitando a todo mundo a la oración.
Fragmento de: El Gato de Barrio. Francisco Gabilondo Soler.
Lavaderos públicos
Al finalizar la década de los cincuenta, el mercadillo “Del Crucero” se extendía desde las calle de Héroe de Nacozari, hasta las calles de Invierno, Encanto, Luis Moya y Filomeno Mata. En este espacio donde se encuentra la Plaza de El Pípila se dispusieron los lavaderos públicos a donde acudían las vecinas y locatarios del mercado. Se convirtió en un lugar para compartir información y socializar; ahí “santo y seña”, vida y milagros de los moradores eran conocidas. Cube Juan Vargas –poeta y maestro albañil, vecino de la Otra Banda–, que “si les quedaba tiempo se ponían a lavar la ropa”. En no pocas ocasiones fue escenario de reyertas por mínimas diferencias, al paso del tiempo y con el cambio del mercado los lavaderos quedaron poco a poco en desuso y fueron desmontados. La Plaza se encuentra en remodelación; de igual manera se intervienen las calles aledañas del barrio del Tepetate.
“El Crucero”
Por muchos años el mercado llamado popularmente del Crucero, fue el lugar de encuentro entre los vecinos de la Otra Banda, del Centro y de algunas comunidades y rancherías cercanas. El nombre refería el cruce de la vía del Ferrocarril. Sobre las calles de Invierno y Héroe de Nacozari (Antiguas del Camaleón y Porfirio Díaz), en ambas aceras eran colocados los puestos de loza de barro, de “varilla”. Se encontraban mujeres y niños que se desplazaban de San Miguel Carrillo y Santa María Magdalena a vender productos de la milpa y la hortaliza; además de tortillas. En ese espacio convivían los vendedores de tierra negra para las macetas. Se podía encontrar de raicilla y sombreros tejidos de palma. Alternándose en días precisos, los que se encontraban diariamente eran los puestos de comida en vía pública. La algarabía del mercado tenía su colorido y aromas características. Period además un lugar estratégico para ofrecer productos diversos en las salas y andenes del ferrocarril. Los locales y puestos del exterior vendían tripas y la pancita. Los expendios del pan aromático y colorido: cuernitos, picones, pambazos, bolillos, las chilindrinas y conchas. También el tradicional pan de piloncillo; los ladrillos, las chorreadas, los puerquitos. Las fondas cuyos comensales eran arrieros, vendedores ambulantes, trabajadores del ferrocarril, soldados y agentes viajeros que se aventuraban a degustar las delicias culinarias, de esas barracas sentados sobre grasientas bancas corridas. Los viejos vecinos todavía recuerdan el paso de los borricos con sus cargas de leña, nopales, tunas y pulque. Las carnicerías de los Chávez, de los Míchaux, las tiendas de abarrotes, entre ellas La Guadalupana. ¡Toda una época!
De la medicina tradicional al producto Milagro
En el barrio la medicina tradicional period parte de los procesos de salud – enfermedad. Las parteras y los “hueseros” eran muy solicitados, no solamente por los vecinos, los buscaban familias de la oligarquía regional. Tuvieron prestigio por sus resultados “yerberos” y curanderas que practicaban “limpias”. Los martes y jueves se podían encontrar puestos con las plantas, raíces, cortezas de árbol y otras de la botánica relacionada con la milenaria medicina tradicional. Hoy en día conviven con los “productos milagro”; infusiones afrodisíacas, tratamientos para adelgazar para “curar la azúcar”, perfumes para atraer salud, dinero y amor. El martes period un buen día para conocer el futuro y solicitar un amuleto o talismán para propiciar “buena suerte” y defensa contra cualquier mal. Los había diversos; chupamirtos disecados, ojos de venado, patas de conejo, víboras de cascabel y otros más. En el entorno todavía perduran cirios pascales, veladoras de diversos colores -dependiendo de lo que se quiera propiciar-. Oraciones para una infinidad de santos, ángeles y arcángeles. Las imágenes de la Santa Muerte y San Judas Tadeo son las más solicitadas.
Traslado y otras historias…
En la década de los sesenta del pasado siglo lo locatarios fueron trasladados a la confluencia de las calles Invierno, San Roque, Juan Álvarez, Luis Moya, Jiménez y Riva Palacio. En ese sitio fue colocada la fuente del niño abrazando a un cisne, que originalmente estaba al inside del Mercado Pedro Escobedo-donde hoy se encuentra la Plaza de la Constitución-. En la segunda mitad del la década de los setenta del siglo pasado fue puesto en marcha el mercado Benito Juárez, los vecinos lo llamaron siempre el mercado del Tepetate o del Tepe. En la próxima entrega caminaremos por ese espacio.
Que bonito es mi barrio / sobre todo en la noche / cuando empiezan los cochinos a roncar / a lo lejos por los cerros / ladran juntos 20 perros / y no dejan las chicharras de cantar.
Gabilondo Soler ídem.
Desde Anbanica – Teocalhueyacan. Abril de MMXXI.
” Fuentes www.diariodequeretaro.com.mx ”