En memoria de Agustin H.
Al terminar la pandemia iniciará un recuento de historias sin fin. Saldrán a flote, como sucede después de un naufragio, los vestigios de la tragedia. Hoy quisiera contar lo que aconteció a dos profesionistas con el mismo nombre pero diferente apellido, con el mismo amor por la arquitectura pero destinos opuestos.
Su nombre: Agustín, uno en su quinta década y el otro en la sexta. Los dos enfermaron de Covid-19. Al que se contagió primero en noviembre pasado le llamaré Agustín A. Al segundo Agustín H.
Agustín A. vivió quince días de infierno en el hospital XYZ de la CDMX, ahí donde se practica la mejor medicina del país. Su gravedad lo llevó a que sus pulmones oxigenaran tan bajo que la única solución period intubar. Llamaron a su esposa para que firmara la autorización. Ante la mirada angustiada de sus padres, Agustín podía correr el destino de muchos otros: una muerte en plenitud de vida.
Pero algo sucedió y alguien llegó con una concept distinta. En el “mercado” había un traficante de medicinas, alguien que podía conseguir lo que fuera en poco tiempo. En horas lograron el contacto y la transacción. El proveedor del medicamento prohibido de importar por la Cofepris, el Remdesivir lo entregaría en un café y en forma anónima, con pago de contado y en efectivo. Period una alternativa viable según un experto physician conocido por todo México en su inagotable lucha contra la epidemia.
Los padres de Agustín A. pagaron una suma nada despreciable, quizá unas 5 veces el valor del medicamento ya autorizado en Estados Unidos desde mayo del año pasado. El fármaco entró al hospital y lo aplicaron sin el menor temor, como lo habían puesto a muchos otros enfermos que tuvieron la fortuna de conocer al traficante de vida.
En pocos días Agustín A. comenzó a mejorar. La aplicación oportuna del Remdesivir había logrado el milagro. Su vida a salvo gracias a alguien que se atrevía a burlar la estupidez gubernamental.
Para Agustín H., la historia no fue la misma. Él había enfermado al principio del año y tuvo la oportunidad de ingresar al Hospital de Especialidades de León, donde los mejores médicos de la región han dado la batalla a riesgo de su propia salud. Sucedió lo mismo; su condición empeoró en pocos días y no hubo más remedio que intubar. Sólo que nadie a su alrededor conocía a un traficante de medicinas. Pensamos que Agus la iba a librar porque tuvo una mejoría pero al last llegó lo peor, perdió la vida ante la angustia y postración de su familia y todos quienes lo conocimos. Si hubieran sabido del traficante, Agustín H. estaría con nosotros.
A los pocos días de fallecido Agustín H., la Canifarma (Cámara de la Industria Farmacéutica) anuncia el 16 de marzo:
Después de casi un año transcurrido desde que la Administración de Medicamentos y Alimentos de los EE. UU. (U.S. Meals & Drug Administration) otorgara el 1 de mayo del 2020 la autorización temporal para uso de emergencia al fármaco remdesivir, cuya patente es propiedad del laboratorio Gilead Sciences, la Comisión Federal para la Protección Contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), bajo la tutela de Alejandro Svarch, concedió, tras un par de rechazos previos de la anterior dirección, un permiso related al de su par norteamericano.
El anterior director de Cofepris, José Alonso Novelo, había congelado la posibilidad de importar Remdesivir durante 10 meses. Nadie puede saber cuántos miles de vidas pudieron salvarse si el odio social no hubiera llegado hasta la Secretaría de Salud Pública.
(Esta es una historia actual. Los nombres han sido cambiados para preservar la privacidad de quien vivió y quien murió, por respeto a sus familias).
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” Fuentes www.am.com.mx ”