En nuestra columna de la semana pasada cubrimos la hipótesis sobre cuándo podremos nuevamente viajar en cruceros. Mucho queda al garete, por ejemplo, para nuestra reserva de mediados de agosto al Mar Báltico, porque a pesar de contar ambos con las dos dosis de vacunas Pfizer para la COVID-19, Europa se encuentra en un vaivén y el panorama no pinta nada claro para esa época.
Sería una lástima que posterior a una planificación de más de un año, todo fuese al lastre, pero así son las eventualidades en algo que francamente nunca esperamos se diera, mucho menos con la contundencia del caso. Todos queremos viajar, es una ansiedad acumulada posterior al inesperado encierro. Muchos siquiera sueñan con tomar un crucero dada la situación económica resultante de ausencia de trabajo y la consecuente erosión en la economía.
Pero los que estamos jubilados y contamos con nuestros ahorritos, el viaje en crucero es de rigor sobremanera cuando el futuro se convierte más incierto después de las 60 primaveras. Sobremanera el tema de la movilidad limitada, porque después que eso se pierde, viviremos de los recuerdos.
Entonces, tenemos obligatoriamente que contar con un Plan B. Posterior a consultar con nuestro agente y analizar las opciones, optamos por continuar con lo que ya contamos, que es un espléndido viaje de 10 días a mediados de agosto, embarcando en Estocolmo, la capital de Suecia, con escalas en Finlandia, Rusia, Lituania, Polonia, Alemania y Dinamarca, anterior al desembarque en Ámsterdam, capital de Holanda. Este abrebocas vikingo cubre, a grandes rasgos, el norte de Europa, sitio que poco conocemos y que estamos ansiosos de saborear.
Esta travesía, si se da, sería justo al inicio de la apertura postpandemia, que conlleva riesgos mayores pero que acontece en la época de mayor demanda por el turismo, en pleno, cálido verano europeo. Y digo que conlleva mayores riesgos porque aún no sabemos, a ciencia cierta, cuáles serán las normas del protocolo y si dentro de todos los destinos en el itinerario exista alguno o varios, que no permitan el atraque de la nave por alguna variante en el comportamiento de la COVID-19 a nivel native.
Habría que cruzar los dedos y atenernos a consecuencias desconocidas, pero eso es la columna vertebral del viajar, después de todo Colón nunca supo a ciencia cierta si había o no llegado a algo que asemejase lo que había trazado en encontrar.
No somos, por lo menos este servidor, de rifarnos el tema. El viaje está definido porque sí o sí. No aceptamos cancelaciones por terceros. Buscamos, eso sí, alternativas viables. Revisando el horizonte de todos los cruceros disponibles, encontramos uno bastante atractivo, muchos años en la mira.
Se trata de un trayecto de 17 días, zarpando desde Roma e incluyendo Florencia y Pisa en la porción italiana, para entonces desplazarnos a Cannes en Francia, anterior a un quijotear España con escalas en Barcelona, Valencia, Granada y Sevilla, antes de redondear la península Ibérica en la capital portuguesa, Lisboa. Allí sí, a la mar, al vasto Atlántico, con escalas en Ponta Delgada, islas Azores y Hamilton, Bermudas, anterior al desembarque en Miami, ‘enjoyable time’ en un “barcototote”, mastodonte de los grandes que cuenta con infinidad de actividades, restaurantes y fantásticos reveals que nada deben envidiar a Broadway o Las Vegas. Empezamos en pleno invierno Mediterráneo, fresco más no frío, descendiendo hacia los trópicos y su calorcito.
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Viéndolo bien, cualquiera de los dos escenarios es apetecible, sobremanera si la línea de cruceros cancela el primer itinerario porque siempre lanzan un hueso de premio para no perder a sus pasajeros. ¡Podríamos retomar el itinerario el año entrante con incentivos adicionales!
Y seguir ahorrando, para todos los años que nos quedan poder repetir otra diversa odisea en este vasto mundo. He dicho…
Líder empresarial.
” Fuentes www.panamaamerica.com.pa ”