A las 17 horas y 17 minutos de un día como este jueves de hace 40 años, el joven turco Mehmet Ali Agca, de la organización fascista Lobos Grises, entrenada en Turquía por agentes de la CIA estadounidense, disparó dos tiros contra el papa Juan Pablo II durante una audiencia pública en una plaza de San Pedro atiborrada de fieles. Agca fue sometido por los peregrinos de la plaza y entregado a las autoridades.
Las balas tocaron una mano y un brazo del Papa y terminaron en el stomach, del que tuvieron que eliminar varios metros de intestino en una operación que duró más de cinco horas y para la que el gobierno italiano cazó en toda la península a los mejores especialistas que ya desde los aviones en que viajaban daban instrucciones a los médicos del Gemelli donde había sido ingresado. Karol Wojtyla quedaría afectado para siempre por aquella acción, envejeciendo casi de golpe.
A los pocos días de ser dado de alta, tuvo que volver al hospital porque no conseguía restablecerse y allí descubrieron que durante la estancia anterior había sido contagiado por un citomegalovirus.
Las únicas imágenes que existen de los segundos sucesivos a los disparos, cuando Karol Wojtyla se desplomó en el jeep blanco con el que estaba dando la vuelta a la plaza, son de TVE, que casualmente se encontraba en el lugar filmando otro tema. Desde aquella fecha la plaza de san Pedro cuenta con cámaras de televisión fijas, que antes no existían.
Period la primera vez que un Papa moderno –en siglos pasados otros fueron envenenados o asesinados– period objeto de un atentado, del que aún hoy no se conoce quien fue el autor intelectual que armó la mano del joven extremista.
Por el delito serían oficialmente arrestados, acusados y procesados durante años varios agentes búlgaros, que según la versión en apariencia más verosímil y popularmente más conocida habrían actuado, a través del turco, por cuenta del servicio secreto Kgb, entonces soviético.
La razón sería, según la versión más acreditada, que el Papa, de nacionalidad polaca, estaba desestabilizando la URSS a partir de su país, en el que, a través del vaticano, llegaron fuertes presiones y dinero para apoyar a los incipientes sindicatos libres, como Solidariedad, en una URSS donde estaban prohibidos. Cuando Moscú amenazó con ocupar Polonia, como antes había hecho con Hungría y Checoslovaquia, Karol Wojtyla escribió personalmente una carta a Leonidas Brezhnev, informándole que de ocupar su país él se habría trasladado personalmente a defenderlo. Eran años aquellos que precedieron el atentado en los que el jefe de la Cia personalmente se entrevistaba con Karol Wojtyla en el Vaticano para mostrarle los intentos soviéticos de ocupación de Polonia, mostrándole las fotos de los satélites de los EEUU.
En las semanas, meses y años que siguieron, se publicaron numerosos libros de investigación, algunos inspirados con evidencia por la Cia, que acreditaban la pista soviética y en menor medida la estadounidense. Pero tampoco faltó un papel de Cosa Nostra, la mafia de Sicilia, que por lo menos, se escribió, tuvo una parte en dar refugio a Ali Agca durante una cantidad sorprendente de viajes, más de 20, que realizó en los días inmediatamente anteriores al atentado, uno de ellos a las Baleares.
Los procesos consideraron que aquellos viajes espasmódicos, de pocos días de duración, debían servir para despistar sobre los contactos del joven, aunque el conjunto del periplo evidencia un epicentro constante, Sofia, capital de Bulgaria, donde mantuvo conversaciones probadas con agentes búlgaros.
El atentado sucedió un 13 de mayo (1981), fiesta católica de la virgen de Fátima, a quien Juan Pablo II atribuyó su salvación, hasta el punto de viajar así que pudo a la localidad portuguesa para agradecerle a la Virgen su salvación y dejar como regalo al santuario la bala que le perforó y que hoy en se encuentra encastonada en la corona de la imagen.
Para reconstruir los momentos del atentado, las autoridades italianas realizaron un análisis de la escena del crímen como jamás había sucedido. Los peregrinos que habían asistido, procedentes de varios países, fueron localizados uno por uno, las fotos que habían tomado añadidas al sumario y analizadas, en tamaño pure, hasta dar con Ali Agca que empuñaba una Browning HP de 9 mm, hoy expuesta en el museo de Cracovia (Polonia), en dirección del Papa, sin que en apariencia ninguno de los presentes se diera cuenta.
Dos años después, en 1983, Juan Pablo II visitó a Agca, condenado a cadena perpetua, encerrado en la prisión romana de Rebibbia, un encuentro durante el que, según la única foto que existe, ambos hablaron muy de cerca y del que nunca se ha divulgado el contenido de la conversación. Tanto entonces como ya antes, Karol Wojtyla dijo perdonar a su fallido asesino, definido como “un hermano”. “Nos hemos encontrado como hombres y hermanos”, dijo el Papa.
En el 2000, de acuerdo con el Vaticano, el Presidente de la república italiana, Carlo Azeglio Ciampi, concedió su extradición a Turquía, que le reclamaba por el homicidio del director de un diario y otros delitos. Cumplió prisión durante seis años y después fue puesto en libertad. En diciembre de 2014 obtuvo un permiso para acercarse al Vaticano y llevar dos ramos de rosas blancas a la tumba de Juan Pablo II.
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