Hay quien cree que elBulli es a la alta gastronomía lo que Picasso es a las bellas artes. Por eso, ahora su museo es un acto de justicia como nunca se ha visto antes: ningún restaurante en el mundo había tenido uno solo dedicado a su historia y legado.
Entre sus distintas estancias, uno se queda con aquel que representan, con calco milimétrico, 28 de las 1.846 obras maestras (platos) del que fuera el emblemático native del chef Ferran Adrià.
Considerado, por tantos, el mejor de la historia ha recreado con la técnica del sampuru piezas únicas e irrepetibles, que sólo debían quedar en el paladar y, por segundos, en los ojos.
Son pequeñas esculturas detenidas en el tiempo que recuerdan como eran estéticamente: los salmonetes Gaudí (plato número 10 de 1.846, creado en 1987); la moluscada (número 361, 1996); la revolucionaria espuma de judías blancas con erizos:la primera espuma de tantas (240, 1994); salivar con el caviar esférico de melón (873, 2003) o sus dos formas de presentar el pollo al curry (298, 1995)… Así hasta 28.
Hay mucho de nostalgia en sus 69 estancias, repartidas en 1.300 metros cuadrados en inside y 2.500 en el exterior, eso sin contar que las vistas desde la Cala Montjoi son inabarcables. Y en palabras de Adrià cuando habla de lo que significa esta edificación…
«Pretende salvaguardar el legado de elBulli y, sobre todo, que las personas que no vinieron, pero también las que vinieron, puedan comprender qué paso aquí, cómo lo hicimos para que elBulli fuera elBulli».
Es que los datos de cada momento del restaurante que sacó adelante con su jefe de sala Juli Soler son portentosos: tres estrellas Michelin (de 1997-2011), cinco veces declarado el mejor del mundo por la lista The World’s 50 Greatest Eating places (irrepetible, ya no puede suceder más, el método ha cambiado y no se puede repetir el primer lugar)… y portadas y portadas en distintos periódicos del mundo, incluida aquella que hizo que todo cambiara, una de The New York Instances Journal titulada «The nueva nouvelle delicacies (cómo España llegó a ser la nueva Francia)».
Todo está aquí, lo que hizo su historia de 1962 a 2011. También hay elementos nuevos, como la instalación con 10 bulldog humanizados -impresos en 3D por una empresa de Olot- dedicada a los más de 2.000 bullinianos, aquellos que aprendieron y crecieron bajo su influencia. Su onda expansiva -cada uno con sus propios proyectos y alumnos- sería como la población de una pequeña ciudad creativa.
¿Cuánto costó esto? 11 millones de euros. Para aquellos que tuvimos el privilegio de estar allí como comensales y en los fogones (Crónica fue el único medio que vivió la intimidad de su cocina)… un homenaje a la cima de la mejor gastronomía española, a una revolución. Y relamerse recordando aquella dulzura multicolor de su ‘papel de flores’ (1.364, 2007).
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